En los distintos estudios realizados por la biología molecular, se ha logrado descubrir una gran cantidad de actividad de las células, las sustancias y componentes de los seres vivos. Pero esa cantidad de información científica queda reducida a un círculo muy pequeño de seres en el mundo y la gran mayoría desconoce de los avances de la biología en el conocimiento de los seres vivos. Uno de estos estudios, son los relacionados con los antígenos, y sobre todo en la actualidad como consecuencia de los problemas de salud actual, que mantienen preocupado y ocupado a todos los gobiernos del mundo.

Los antígenos suelen ser moléculas ajenas o toxinas para el organismo, que una vez dentro del cuerpo, atrae y se une con alta afinidad a un anticuerpo específico. Cada anticuerpo es capaz de lidiar específicamente con un único antígeno gracias a la variabilidad que le otorga la región determinante de complementariedad del anticuerpo dentro de los mismos. Para lograr que un antígeno sea reconocido por un anticuerpo, estos interactúan. La zona donde el antígeno se une el anticuerpo recibe el nombre de epitopo o determinante  antigénico, mientras que el área correspondiente a la molécula del anticuerpo es el parátopo.

Todavía se continúa investigando sobre el tema, encontrándose con una cantidad de interacciones moleculares que crean nuevas realidades en los seres vivos. En conclusión, se puede decir que los antígenos son usualmente proteínas o polisacáridos. Esto incluye partes de bacterias, cápsulas, pared celular, flagelos, fimbrias y toxinas, de virus y otros microorganismos. Por ejemplo los lípidos y ácidos nucleicos son antígenos únicamente cuando se combina con proteínas o polisacáridos. Los antígenos no microbianos exógenos, pueden incluir polen, clara de huevo, y proteínas de tejidos y órganos trasplantados o proteínas en la superficie de glóbulos rojos. Las vacunas  son un ejemplo de  ello.